En cuanto vio a Fares, Rakim quiso ser su esclavo, estar bajo sus pies, adorar su gran polla árabe y sus grandes plantas dominantes. Se postró y se entregó. Fares comprendió enseguida que tenía allí a un sumiso del demonio y lo tomó bien en sus manos tal como necesitaba. Trabajó sus pezones, usó su boca y sobre todo le metió los pies en la cara. Adicto a los olores de la polla y los pies, Rakim se vuelve loco y pierde toda dignidad, sobreexcitado, adicto. Esto es sólo el principio.